ENVÍO GRATIS A NIVEL NACIONAL POR COMPRAS SUPERIORES A $250.000

Un beso de Dick

La idea central de la novela es clara y su objetivo resuena en cada diálogo, gesto o situación: cualquier amor, por el simple hecho de serlo, es real y por lo tanto valioso. 

Enfrentar una reseña sobre Un beso de Dick sin caer en lugares comunes es un desafío del que espero salir bien librado. Para nadie es un secreto que se trata de una novela de culto, que con el pasar de los años ha recogido lectores que sienten interés en torno a uno de los pilares más importantes de la cultura queer en Colombia. Creo que parte del interés que despierta la novela nace de la decisión de Fernando Molano de escribir una historia de amor entre dos adolescentes, Felipe y Leonardo, despojada de etiquetas y aspavientos, en abierta contraposición a los estereotipos que gravitaban al mundo gay bogotano de los años noventa. La idea central de la novela es clara y su objetivo resuena en cada diálogo, gesto o situación: cualquier amor, por el simple hecho de serlo, es real y por lo tanto valioso. 

El lenguaje, preciso y visceral, no es casual. La ternura y la inocencia con la que narra Molano me obligaron a navegar mis propias emociones, confrontándolas renglón a renglón con el pasado, la certeza del presente y el anhelo del futuro.

Sin embargo la fuerza de la novela radica en una idea contundente: la espontaneidad del amor. En boca de Felipe se lee: «Yo nunca dije: “voy a enamorarme de Leonardo” Yo sólo me enamoré de él… y es tan raro eso: cómo se le va metiendo a uno el amor así: como a escondidas, despacio: como si fuera a doler. Debe ser porque la belleza golpea muy duro, yo creo». Este monólogo interior del protagonista nos recuerda que no podemos obligarnos a amar a alguien, así como tampoco podemos obligar a nadie a que nos ame. Esto parece impensable cuando estamos embebidos en una sociedad que quiere que todo suceda de un momento a otro, automatizando las emociones. Frente a esto se nos plantean dos caminos: el de fingir sentimientos para evadir la soledad o el de ser honestos y abrazar el tiempo de calidad con uno mismo, aguardando a que el destino decida de forma caprichosa juntar nuestro camino con el de alguien que, como Felipe, no se dé cuenta en qué momento se ha enamorado de nosotros. 

El libro termina siendo un juego, casi infantil, donde la única regla es atreverse a lidiar con la fragilidad de los sentimientos, la incertidumbre del amor y, sobre todo, con la valentía y honestidad que se requieren cuando uno se reconoce en la mirada de otra persona a quien decimos querer con todas las fuerzas de nuestro corazón. Sí, la invitación de Molano es amar hasta que duela. Con sinceridad. Con el miedo permanente que puede suponer la idea de que ese sentimiento termine de un momento a otro, o que sencillamente nos desechen alegando que la pasión ha llegado a su fin. Todo esto es real y posible. Es aterrador pensar que algo tan bonito pueda resultar efímero y desaparecer.

Lector voraz y melómano generoso, Rafael es un amigo fiel de esta casa. Hace cuatro años, junto a él, iniciamos El Club Bien Temperado, un espacio dedicado al estudio de la música académica y la ópera. Desde entonces, aprendemos de él y con él. Actualmente reside en Madrid, donde cursa una maestría en Derecho.