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Una exploración metafísica de su música y una transferencia de paciencia al escucha que no tiene tiempo de escuchar.
En un mundo de inmediatez en el que la velocidad parece ser el principal factor para destacar, la paciencia de Sandro Perri es un tesoro. Parecida un poco a la de John Maus hasta en su firme cruzada de explotar los instrumentos al servicio de sus ambiciones, la gentileza de Perri le ha permitido entregar apenas un par de discos en los últimos siete años. Su afán por la espera no es casualidad, pues con cada uno de ellos parece avanzar un poco más en su teoría personal, esa que afirma que la música es tan delicada como la seda.