Un formidable muestrario de palpitante inspiración. Con guitarras crujientes e interpretaciones dulces e irónicas.
En la época de Last Splash, la formación de las Breeders era una auténtica orgía de simplicidad y garra bien llevadas. Las dos hermanas se encargaban de componer, tocar la guitarra y cantar (el ataque de los clones), y el cuarteto se completaba con una bajista espigada y mal encarada, que también aportaba voces, y un batería de aspecto compacto que ponía orden con pegada y sin florituras; en vista de las fotos promocionales, se imagina uno a este señor con una sonrisa en la cara encargándose de acarrear amplis o correr enormes muebles en el local de ensayo mientras sus tres compañeras miran.