Es como si toda la experiencia acumulada en Radiohead hubiera sido aprovechada en un acopio de clarividencia.
¿El mejor disco nunca facturado por un proyecto paralelo a Radiohead o el décimo álbum de Radiohead encubierto, disfrazado bajo otro nombre? Ambas lecturas son plausibles. Y correctas. Thom Yorke y los suyos han tratado siempre (con menor o mayor fortuna) de no repetirse, y la alianza que aquí traba su núcleo central – esto es, Yorke y Jonny Greenwood, amigos y secuaces desde la infancia – con Tom Skinner, percusionista de Sons of Kemet, emerge como un nuevo blues para los tiempos que corren, aunque con un extra de repiqueteo global que remarca su carácter orgánico y propenso a un experimentalismo atenuado, siempre dentro de unos razonables límites: en pocos cortes es más patente que en el colchón afrobeat de “The Smoke”, en la batería esquizoide, deudora del free jazz, que puntúa “Thin Thing” o en el pulso metronómico que sostiene “We Don’t Know What Tomorrow Brings”, sobre el que las guitarras crepitan.