Reconstruido más de una vez. El resultado, un disco caótico pero elaborado hasta el más mínimo detalle.
Ian Mackaye dijo, en el libro de Joe Gross sobre In On The Kill Taker, que fue una de las mejores experiencias que habían tenido hasta el momento. Luego de grabar una docena de canciones en el estudio de Albini en Chicago, durante el viaje de vuelta a Washington decidieron poner la grabación en la camioneta: el resultado no fue el esperado. Las voces de Guy Picciotto y Mackaye sonaban furiosas, la batería de Brendan Canty estaba al tope, pero a fin de cuentas ninguno estaba satisfecho. Las canciones necesitaban moldearse un poco más, tener un sonido menos crudo. Las sesiones fueron guardadas pero se filtraron a principios de los 2000, por lo que cualquier fanático de la banda puede hacer la comparación por motus propio.
Lo cierto es que la historia de la banda pudo haber sido otra si tomaban el camino del mainstream. Fugazi siguió siendo Fugazi, sosteniendo su ética, construyendo el reconocimiento de fanáticos y músicos que entendieron que hicieron su propio camino y este álbum es la prueba vital de ello.