Pocas veces se habrá exprimido de forma tan fascinante las sesiones en vida como en el caso de Scott-Heron.
Casi una década después de la muerte de Heron, el astronauta del jazz Makaya McCraven ha sido el encargado de celebrar el décimo aniversario del último trabajo de Heron, y lo ha hecho desde una mezcla de respeto absoluto hacia sus motivaciones creativas. Dicho de otra manera, estamos ante un trabajo que resucita al tornado de Chicago de las cenizas y le proporciona nueva vida a través de elementos tan reconocibles como el blues cubista de “New York Is Killing Me” y el hip hop jazzístico que mueve los resortes de “The People Of Light”.
El jazz de vanguardia y el aura espiritual flota a lo largo de unas canciones en las que McCraven ha rescatado los momentos de las sesiones de Heron con Russell en los que prioriza aquellos sobre lo que significa vivir con miedo a morir y cómo afrontar nuestra propia mortalidad.
El conjunto se impone en intenciones y originalidad a las dos versiones anteriores del disco. No hay más que escuchar hallazgos como “Running” o “Where Did The Night Go”, pruebas irrefutables de que la exhumación invocada por McCraven no solo está justificada, sino que se reivindica como un hito en la propia carrera de Heron.